En el mundo de
los subgéneros el weird western
reina. Weird es adjetivo inglés que
significa extraño. Dentro del género
podemos agrupar todas esas historias que transcurren en el lejano oeste y que
tienen un matiz fantástico, más o menos pronunciado.
Realizar un
análisis exhaustivo del género escapa a las posibilidades de esta reseña, por
lo que la misma estará plagada de lagunas que podrán ser subsanadas por la
siempre rica curiosidad del lector.
The
steam man of the Prairie (1868) de Edward Ellis constituye la
primera novela weird western. El
hombre de vapor
fue un autómata creado por un niño tullido. Ambos vivían desopilantes aventuras
en el far west entre indios, tesoros ocultos
y bandidos. La obra fue publicada en diarios de la época y nunca tuvo su
versión en libro, a pesar de ser también una obra primigenia de ciencia
ficción.
Tras el hombre de vapor y sus secuelas se
sucedieron diferentes manifestaciones del género en las llamadas dime novels, en especial en la Buffallo
Bill Weekly
donde, a fuerza de exageraciones delirantes, el fantástico floreció. De hecho,
Joe R. Lansdale, el escritor que resucitaría el género en los ´80, escribió la
trilogía de Ned the seal, donde todo
lo que queda de Buffallo Bill es su
cabeza parlante que flota dentro de una pecera, con orina de chancho por
líquido revivificador. En las dime novels
de Buffallo Bill se destacan las aventuras en que participan los viejos hombres
medicinas que hacen uso de sus sucias artes hechiceriles para obtener lo que
desean. La cabeza de la momia relata las desventuras de una
cabeza egipcia en manos de diferentes traficantes. La maldición del hombre lobo, traslada la leyenda del licántropo a
las salvajes praderas del 1800 americano. Las aventuras pueden contarse de a
cientos y no me alcanza el papel para reseñarlas.
A fines del siglo
XIX, Ambrose Bierce abordó el género en muchos de sus cuentos, destacándose en El desconocido o El puente sobre el río búho. En la década del treinta, Robert E.Howard también bordearía el tema en el cuento: El horror del túmulo. Pero desde la década del 30 hasta principios
de los ’80, las aproximaciones al género serán más bien tímidas en el campo
literario.
A partir de 1934
en España se publicaron las novelitas de El
sheriff, héroe que combatía robots, fantasmas, científicos locos que
buscaban refugios en castillos levantados en medio del desierto, dinosaurios,
etc. Otras aportaciones podemos encontrarlas en el mundo del bolsilibro
ibérico, como la inhallable novelita El
rancho Drácula de Silver Kane.
En la Argentina el mayor
aporte fue hecho por el escritor Lisardo Alonso que abordó el género en dos
novelas: Justicia para Sutters,
novelita con trazas vampíricas, y La
estrella maldita, donde un meteorito desata una fiebre de oro. Tampoco hay
que olvidar la primera creación de García Ferré, Pi Pío, y sus enloquecidas aventuras en el pueblo del salvaje oeste
llamado Villa Leoncia.
Richard Brautigan
resucitó el género en 1974 con El
monstruo de Hawkline, un western gótico. Una excéntrica mujer contrata a dos
pistoleros para que destruyan al informe monstruo que acecha en las cavernas
subterráneas de su hogar.
En los ’80, comenzando
por Joe R. Lansdale, el género vuelve a renacer. El autor de Bubba Ho Tep escribe en esa década obras
fundamentales como Dead in the West
-1983-; Magic Wagon -1986- y una
inmensa colección de cuentos. También hacen su aporte William Burroughs con su
novela The place of the dead roads
(que forma parte de una trilogía), y Stephen King con su inmensa saga de La torre oscura.
Ya nombramos de
pasada a Pío-pío como creación
historietística, enmarcada dentro del género. Las injerencias argentinas
aparecieron de forma esporádica en revistas de historietas como Skorpio, y casi siempre fueron
ilustradas por nuestro máximo representante en el género del oeste, Alberto
Castillo. En sus historias, de vez en cuando, se colaba el fantástico, a través
pistoleros fantasmas que regresaban a cobrar venganza o indios que recurrían a
su magia para quitarse de encima a bandoleros y milicos que asesinaban a su
raza.
En Estados Unidos
el fenómeno fue mayor y tuvo, incluso, sus propias revistas, un ejemplo claro fue
el lanzamiento en 1972 de la revista Weird
Western Tales, publicación que luego se diversificó en otros títulos y que
fue la cuna, junto a All-Star Western
de unos de los máximos héroes del género, el llanero solitario de lo extraño:
Jonah Hex. Otro personaje indiscutido de la historieta norteamericana fue The ghost rider, que no se debe
confundir con El motorista fantasma. The
ghost rider nació en 1949 en la revista número 11 de Tim Holt, luego tuvo una resurrección, más moderna e imperecedera,
en la revista homónima lanzada en 1967. Pero, a la hora de premiar la creación
historietística más estrambótica del género, hay que nombrar a Six-Gun publicado en la revista The Wizard en 1939, que contaba las
aventuras de un gorila pistolero que se paseaba por el lejano oeste barajando
sus revólveres.
En el cine, Haunted range (El rancho embrujado, 1926) parece ser el primer weird western en imágenes hechizada
embrujada. Algo que volvería a suceder en la eximia Dead Birds (2004) donde un grupo de militares confederaros conocen
el horror en una mansión abandonada. La figura del soldado confederado es
recurrente en el cine de weird western.
En 1977 se estrenó el largo metraje The shadow of Chikara (Arg-TV: La Montaña de las sombras).
A pesar de ser una película fallida, cuenta con varios elementos destacables
como su ambientación y el suspenso que sustenta toda la cinta. Un grupo de
soldados confederados parten en busca de un tesoro indígena que yace en una
fosa en lo alto de una montaña, poco a poco todos los protagonistas caen en las
redes de una maldición india. Otra película que utiliza la premisa del soldado surero
es Gray Knight (también conocida
como: The killing box, 1993) donde los
cadáveres de soldados confederados resucitan mediante un conjuro vudú. Algo
similar ocurre en la impresentable película llamada: Curse of confederates Cannibals de 1982.
Pero retomemos el
enfoque cronológico, el cine sonoro abre con el serial de 1935 The phantom empire (El imperio fantasma) donde los vaqueros hacen frente a una
civilización subterránea de lemurianos que poseían avanzada tecnología. The Ghoul Goes West. proyecto de
Edward D. Word, Jr. con Bela Lugosi en el papel de un vampire en el salvaje
oeste, jamás llegó a realizarse. Maldición
diabólica (Curse of the Undead, 1959)
resultó ser la primera cinta en mezclar vaqueros con vampiros. El mismo tema fue
abordado por el cine mexicano, casi seis años después, en la extraordinaria El pueblo fantasma (1965), donde un
vampiro pistolero asola un pueblo y lo empuja a la extinción hasta que llega el
Texano a tomar cartas sobre el asunto y a echar ajos a la olla. Otros títulos
mexicanos son: El pantano de las ánimas
(1956), El jinete sin cabeza (1956), La nave de los monstruos, 1959, donde
se conjugan extraterrestres, lamias y robots; etc.
Los 60 pasan a la historia del género gracias
a dos aportaciones capitales que sólo con su título lo dicen todo: Billy the kid Vs. Drácula (1966) y Jesse James Vs. la hija de Frankenstein
(1966), que, en realidad, resultó ser la nietita. La década se coronaría
con El valle de Gwangi (1969) donde
los dinosaurios (animados por el legendario Ray Harryhausen) se baten con
vaqueros y Mackenna’s Gold (1969),
weird western protagonizado por Gregory Peck y Omar Sharif, que cuenta la
historia de unos bandidos enceguecidos por una búsqueda a muerte de un tesoro
apache y la maldición bruja que se cierne sobre este tesoro.
Los ‘70 comenzaron con la alegórica El topo (1971) del chileno Alejandro
Jodorowsky, donde el simbolismo y el exhibicionismo deforme se conjugan sin
pausas. Seguiría el telefilme, Black Noon
(Mediodía Negro, 1971), donde los vaqueros, el vudú y el satanismo exigen
que esta película no sea olvidada. Dos años después, Clint Easwood dirigirió su
primer western en High Plains Drifter
(La venganza del muerto, 1973), película enmarcada por un halo sobrenatural muy
sutil y efectivo. En Oestelandia – El
mundo de los robots asesinos (1973) los androides enloquecían bajo el mando
de un Yul Brynner electrizante.
Mientras el género renacía en la literatura
de los ’80, comenzaba a decaer en el cine. Poco que reseñar más allá de las sobresalientes
Pale Rider (El jinete pálido, 1985),
que no es otra cosa más que una remake de Shane
(Shane, el desconocido,1953); House 2:
the second story -1987- la casa embrujada es habitada por un fantasma del
lejano oeste. The Aurora Encounter -1986-
traslada lo weird al campo de la
ciencia ficción al desarrollar un famoso caso de ufología que sostiene que un
ovni y su ocupante cayeron en el poblado de Aurora, Texas, en 1897.
Mención aparte merece Ghost Town (Pueblo fantasma, 1988) película de la simpática
productora Full Moon que logró
concretar uno de los weird westerns más perfectos de la historia, donde la
atmósfera de lo extraño y fantasmagórico sólo ceden ante el matiz de comedia en
que está enmarcada la película.
En los noventa, el género debuta con Back to the future Part III (Volver al
futuro, parte III, 1990), llevaba la historia al pasado para contar los
orígenes de sus protagonistas. El resultado un verdadero cóctel de weird western y steampunk. Otras películas destacables de la década fueron Grim Praire tales: Hit the trail… to terror
(1990), un conjunto de cuentos fantásticos; Sundown:
the Vampire in Retreat(Vampiros en la sombra, 1991), los vampiros vuelven a
refugiarse en el oeste Americano. Mad at the moon (1992) hombres lobos y
vaqueros, The purgatory (Camino al
infierno, 1999), ¿a dónde van los pistoleros y bandidos cuando son heridos
de muerte?, Ravenous (Voraz, 1999)
que retoma el mito del wendigo junto al canibalismo.
En el 2000 el género renace, buscando
argumentos más originales tras el declive del western a secas. Precuelas de
sagas como From Dusk Till Dawn 3: The Hangman’s
Daughter (Del Crepúsculo al amanecer, parte III, 2000), Ginger Snaps, back -2004- o Tremors 4: the
legend begins -2004- utilizan el weird
western para inyectarle vida a ideas que ya no podían dar más de sí. La ya
nombrada Dead Birds -2004- donde las
mansiones embrujadas sureñas y el universo de Lovecraft se conjugan con éxito y
Blueberry -2004- débil adaptación de
la historieta gala que coquetea con la hechicería indígena y abusa de los
efectos de los hongos alucinógenos.
Left for dead
(2007) dirigida por el inefable Albert Pyun, es de cita obligada porque se
filmó en la Argentina
con intérpretes nacionales. Pero la película no deja de ser pésima y a Ezeiza
es imposible hacerla pasar por el lejano oeste; por más voluntad que uno ponga
de su parte.
Rayando el final de la década surge el primer
intento mainstream de hacer llegar el
género al gran público con la película Jonah
Hex -2010-. La película no funcionó y el hecho de que Cowboys vs. Aliens -2011- tampoco lo hiciera tiende un manto de
incertidumbre sobre el futuro del género en el cine.
Con la
aparición del weird western, el
género, que al principio estuvo anclado en el realismo y lo histórico, aprendió
a conjugar sin miedo la porción más salvaje del delirio humano, dando como
resultado al tan querido Wild Weird Western
(el salvaje, extraño oeste…)
Por Mariano Buscaglia
Publicado en El Libro de oro cinefania 2011-12